martes, 19 de octubre de 2010

PAISANO


Me cansé de escribir de sufrimiento, hoy voy a escribir un cuento muy corto sobre algo que me de tranquilidad y por supuesto rememore jolgorio.
Quien dice que el poeta, o escritor, se alimenta de penurias para escribir un relato. Quien sabe que es lo que le pasa cuando este comienza, ¿Se acuerda, tal vez, de hazañas y vestigios del jolgorio?, o bien de aquella sonrisa que le propina horas de risas y no de zozobro. Pues yo recuerdo varias cosas a mi pasar, y a modo de prosa la ha de contar.
Resulta que el buen paisano caminaba inundado, de aquellas cosas malas que lo traen tan maniatado. Pensaba como era posible que eso, redundara tanto por dentro de su cabello. Y mientras la sonrisa se le dibujaba esquiva, el se decía ‘que suerte amigo este día’. Y al caminar solo le faltaba el volar, nuestro paisano así empezó a imaginar. Había conocido a una dulce mujer, pelo negro, tes morena y ojo café. Le preguntó si por azar sabría, si por estos pagos habría alguna cerrajería. La muchacha ofuscada se empezó a preguntar, “¿Qué quiere este hombre que me vino hablar?”. Y con su dulce voz luego le respondió, “No tengo idea señor pregunte por alrededor”. El riendo con tono muy bajo, le dijo “muchacha busco esa llave que habrá mi corazón”, y enseguida sin dejar que responda siguió, “ando un poco mal y te vi, quisiera hablar un poco por favor”. La mujer se quedó sin palabras, pues parecía que todas les fueron arrebatadas. “Claro me encantaría, pero en estos momentos yo me marcharía, pero no se preocupe haré una excepción, ya que sus palabras tocaron mi corazón”.
Y así el paisano se dispuso a contar, la historia hermosa que a su vida le fue a pasar. Resulta que está muchacha le robó su corazón, y poco tiempo más tarde, la mujer se enteró, que era todo mentira, que no había tal desazón. Entonces ella iracunda y con mucho valor, le dijo “has dicho una mentira para robar mi atención”. Pero el hombre hasta ese momento, se encontraba sorprendido, jamás en su vida había conocido, otra mujer tan hermosa que su mirada robara. El paisano le mencionaba “No mujer jamás he difamado, pues otra mujer tan hermosa, en mi vida había encontrado”. Y balbuceando ella por bajo, el siguió claudicando su ira, pues nunca se hubiera ocurrido, que por esto se enfadaría. Y así la tormenta fue amainando, y ellos, por lo tanto, siguieron hablando. No es tan importante lo que pudieron decirse, pero si sé advertirles, que ellos dos se han enamorado. Fue la casualidad del destino, pero al fin convergieron los dos caminos.
Y así termina la historia de nuestro alegre paisano, como me juego la tinta al hacer rima en estrofa, también me juego historias al escribirlas en forma de prosa. Solo quería contarles una pequeña de tantas historias, aunque son pequeñas siempre hay un poco de gloria. Porque los triunfos devienen de cosas chicas también, como una pequeña sonrisa de una mujer. Y si la vida no te ha sonreído, aunque te cueste levántate mal herido. Si por azar no notas la gloria, es porque no has vivido pequeñas historias
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