lunes, 6 de septiembre de 2010

UNA TRISTE Y DULCE REALIDAD


Me invade una gran melancolía,
mi corazón muy triste está,
se pierde poco a poco mi alegría,
como echar un cántaro de agua a la mar,
¡oh!, mi dulce y siempre amada.
Ave, primorosa del paraíso,
se te escapa la felicidad,
como el agua entre tus alas,
que no te deja bien volar.
Que no daría, al ser supremo,
te devuelva la sonrisa
y el mal que te quebranta
lo convierta en alegría.
Deseo en ti la eternidad,
como la Diosa, excelsa del Olimpo
para que en los efímeros prados del mundo
estar por siempre, contemplando tu belleza.
Volé, por los caminos del ensueño
tratando de buscar la solución;
encontré, resignación y esperanzas,
aceptando la penosa realidad.
Soy paciente y espero, tu pronta mejoría,
que el sol vuelva a brillar en tu vida,
para pasear juntos, tomados de la mano,
por los jardines bellos del edén.




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